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TODOS SOMOS DROGADICTOS

17.07.2013 22:56

TODOS SOMOS DROGADICTOS

 

Vivimos en una sociedad represora de todo lo que huela a  cambios y libertades. Durante siglos el hombre ha vivido bajo la tiranía de minorías que imponen su modo de vida, sus ideas religiosas, sus ideales de dinero y poder, sus afanes de consumo y sus formas de educación.

El amor, que debería ser la meta por alcanzar durante nuestro breve paso por la Tierra, ha sido prostituido por las costumbres impuestas  desde hace siglos por las minorías dominantes que son, -ya es hora de decirlo- los poderosos de la religión, el dinero y la fuerza. Iglesias, banca y ejército, son la Santísima Trinidad que rige a la sociedad en todo el mundo. Por otra parte, el hombre había vivido, antes de la
Revolución Industrial, en la naturaleza al ritmo lento de las estaciones, del Sol, de la lluvia, del bosque y los campos. La vida estaba regida por las leyes naturales, igual que nuestros compañeros de planeta, los otros animales.

Y de pronto, las máquinas llegaron con otro ritmo, exigiendo al hombre a vivir su ritmo. Y nos hemos visto dominados por el automóvil, los transportes cada vez más rápidos, las cadenas de montaje, la mecanización de TODO en nuestra vida. La máquina nos ha impuesto brutalmente vivir según sus leyes.

Y la calidad de nuestra vida ha ido cambiando radicalmente, sin darnos el tiempo necesario para adaptarnos a ese nuevo estilo de vida que cada vez se parece más a una carrera de ratas enloquecidas.

Nuestro organismo no ha evolucionado al nuevo ritmo. Hubiéramos necesitado otros miles de años para que nuestro cuerpo evolucionara y pudiera vivir de acuerdo con el nuevo ritmo.

Y lo que le ha pasado a nuestro organismo, le ha pasado también a la sociedad. Tampoco ha podido adaptarse al nuevo ritmo de vida, y sigue queriendo vivir –en cuanto a ideas y conocimientos-  igual que hace siglos. Con las mismas ideas religiosas, los mismos ideales de hacer dinero y los mismos conceptos educativos autoritarios y caducos.

Y para sobrellevar esa locura de vida a cien por hora, hemos tenido que recurrir a apoyos que NO nos proporciona la sociedad represora en la que vivimos.

¿Cómo soportar el autoritarismo de la familia, “base” de la sociedad”?

¿Cómo vivir sometidos al mandato de la sociedad que nos obliga a “triunfar” en la vida a como dé lugar’?

¿Cómo escapar del autoritarismo de las religiones, las leyes, la policía, los sistemas educativos y las leyes del mercado, sin resentirlo demasiado?

Imposible: vivimos en un permanente estado de tensión, empujados por todos para “vivir” dentro de las normas impuestas por los padres, los maestros, los patrones, las fuerzas del orden y el peso de todas las leyes y reglamentos que han inventado para la sociedad moderna y “civilizada”.

Necesitamos forzosamente algo que nos tranquilice, nos haga dormir lo necesario, nos anime a seguir con vida, nos ayude a resolver los problemas de la vida diaria y nos empuje a seguir adelante para que las otras ratas no nos arrollen en la lucha por la vida. Para justificar la represión a quienes han hallado en las drogas un refugio, la sociedad los acusa de ser jóvenes. Se olvida la sociedad que la mayoría de los adictos NO son jóvenes. Los adultos son los que más recurren a las drogas para sobrevivir. Sin embargo, se ha creado un odio ciego hacia los jóvenes que se han permitido libertades –sexuales sobre todo- que los adultos a causa de su condición social de “autoridad”, no han podido permitirse. Las ideas de los jóvenes sobre matrimonio, la religión, la diversión o la manera de vestirse, no son aceptadas por los adultos. Entonces se les acusa de drogadictos y degenerados. PERO ESTAMOS MAL PORQUE TODOS SOMOS DROGADICTOS.

Para defenderse de esa acusación, la parte adulta de la sociedad ha tenido que hacer leyes en su ayuda. Las leyes dicen bien claro que hay drogas que son legales y drogas que no lo son. La ley permite alcoholizarse hasta perder el sentido, la dignidad y el control. Pero no permite que el hijo del alcohólico se fume un carrujo de marihuana.

La ley permite que respetables señoras se emborrachen y fumen cancerígenos con filtro (muy Light para que el cáncer sea de otro color), y despierten de su sopor con un café bien cargado. Pero no tolera esa misma ley que los hijos de la dama se tranquilicen fumando mota.

Las leyes de la sociedad hipócrita permiten y patrocinan que a todas horas se anuncia el tabaco, el alcohol, los refrescos de cola, el café o té a sabiendas que son las drogas que más muertes y hogares destrozados causan.

¿Con qué pinche autoridad puede un padre de familia drogado por el alcohol reclamarle airadamente a su hija (o)  que no se drogue? El problema, creo, NO está en los jóvenes. El problema está  en la sociedad, que nos empuja a todos a TENER  más que a SER. No hay que cambiar a los jóvenes. Hay que cambiar la educación que les estamos dando, propiciando una sociedad digna de ser amada y respetada. Si todos somos drogadictos, por gusto o por necesidad, hay que reconocerlo así. Y no echarle la ley encima a los que no se drogan con lo mismo que nosotros para poder  para poder vivir en sociedad.